16 de septiembre: Víspera del encuentro.

 

Se acerca ya el día señalado para este segundo reencuentro con mis compañeros de Comillas de hace 50 años. Estoy nervioso. He mandado el correo fijando la fecha de este fin de semana hace muy pocos días: el 5 de septiembre.

¿Cuántos asistirán? ¿Habrá quedado la gente satisfecha con el encuentro de hace un año de Madrid?

El encuentro de este año tiene una ventaja sobre el anterior: que es en Comillas donde esperamos visitar “nuestros lugares”. Sin embargo, queda más lejos para la mayoría de la gente (ya estamos con el centralismo), ya nos vimos el año pasado, no merece la pena volver a ver a los mismos, qué nos vamos a contar,... Mis temores no me los puedo quitar de la cabeza.

Así que me acerco el viernes por la mañana desde mi Quintanilla de Rueda a Torrelavega. Visito a Luis Miguel León Montoya y nos vamos, juntamente con su mujer Mila, al encuentro de los primeros que lleguen en Comillas. Hace una mala tarde, bueno, la lluvia acostumbrada en Comillas. Ya al llegar, según aparcamos viene de dar un paseo Arcadio Fernández Herreras que ejerce de comillés, pues tiene un apartamento en Comillas y allí pasa el verano con su mujer Rosa. Primeros abrazos emocionados  y seguimos nuestro paseo. Al ir hacia la plaza nos encontramos con Ángel Andérez (había comido con él, con Ramón Sánchez-Infante y con Fernando Muñoz Vitoria en El Pardo el lunes 12). Hacemos un poco de tiempo para ir a la plaza (al Corro dicen en Comillas) y encontrarnos con otros compañeros. Me ha llamado José María Mauleón, que había confirmado su asistencia, para decirme que tienen que ingresar a su suegro y que no nos puede acompañar. Una pena, pues es uno de los que no había podido acudir al encuentro del año pasado en Madrid y tenía muchas ganas de verle. De los veinte que habían confirmado su asistencia se nos “cae” uno. Bueno, pienso, no está mal si logramos juntarnos alrededor de veinte.

Llegamos al Corro y me llama Emilio García Bonhome (ahora escrito Bonome) que está acompañado de su mujer, a la que aún no conocía. Abrazos y preguntas sobre cómo ha transcurrido el tiempo desde el año pasado. Tiene la buena noticia que se acaba de jubilar y se une al nutrido grupo de los jubilados. Allí está Alejandro Rivas y Cristina, el principal “responsable” de que nos veamos este fin de semana, pues él me animó al decirme que había citado a los miembros de la Schola Canthorum para tener la asamblea general anual de la misma y así, aprovechando este evento, nos uníamos nosotros también, al haber varios compañeros que pertenecen a la Schola. Alejandro me confirma que mañana viene desde Logroño Lino y Esther, pues se encuentra bastante recuperado. También llega al poco tiempo Vicente Boisán y Pili (al que había visitado en León el jueves cuando comí un bacalao estupendo en León con Emilio Geijo, que también viene con Blanca y nos acompañará también Luciano). También llegan desde Oviedo, Albertino Amigo con su mujer María José y su niña Lara de tres años.

Desde Castellón han llegado José Luis Palacios con su mujer y José Manuel Pazos. Ellos son los que han hecho mayor número de kilómetros para estar con nosotros. Se lo vuelvo a agradecer.

Estamos ya viendo donde vamos a tomar algo para cenar, pues ya son más de las nueve y el estómago empieza a quejarse. Allí estaban también varios miembros de la Schola acompañados de sus mujeres, si bien, he de decir, yo estaba más preocupado por “mis compañeros”. Y me llama diciendo que está viniendo al Corro, José Pedro Úbeda, que no había podido asistir al encuentro de Madrid al estaringresado en  el hospital para una intervención. Viene desde Alicante con su mujer Teresa ¿Nos reconoceremos? Teniendo en cuenta que en medio de la plaza sólo estábamos nosotros, aguantando el sirimiri (recuerdo de mi estancia en Basauri) era fácil saber quién era. Viene con un sombrero, hecho un señor y le digo”José Pedro Úbeda” y nos fundimos en un abrazo. Se quita el sombrero y, claro, los gestos son los que conocíamos: la “pinta” no se borra a pesar de los años transcurridos.

Nos sentamos a tomar algo y nos intercambiamos noticias de otros compañeros, tanto de los que van a venir mañana como de los que han confirmado que no pueden asistir. Ramón Sánchez-Infante llama diciendo que ya está instalado con Menchu en una casa rural de Trasvía. Yo empiezo a relajarme y a disfrutar, pues en el encuentro no me voy a encontrar solo. Al fin, el encuentro va a tener lugar mañana y vamos a ser veinte compañeros. Respiro fuerte. Sé que quienes han confirmado su asistencia para mañana llegarán.

Nos despedimos hasta las doce y media de la mañana a la puerta de la Universidad. Gracias a todos.  CONTINUARÁ.

 

Paco A. Burón

22 de septiembre de 2011